Ha florecido en mi jardín un ramillete de flores Higanbana. No sé cuándo, ni cómo, pero allí estaban sobre la hierba mostrando su belleza perfecta y fría. En cuanto las he visto he tenido un sentimiento de inquietud. Esta flor está asociada a la muerte. ¿Qué debería hacer? Mi primer impulso ha sido arrancarlas de la tierra para que no volvieran a aparecer nunca más. Me he puesto en cuclillas y las he contemplado: acariciadas por el sol caliente de otoño, se mecían con la suave brisa, tan hermosas y ajenas a mi deseo de destrucción. ¿Soy capaz de quitar una vida por culpa de una leyenda, un cuento, una superstición? La naturaleza me ha dado esta ofrenda, una flor nacida de manera espontánea que a pesar de todas las dificultades ha conseguido florecer y hacer que su vida sea totalmente plena.
No, no voy a ser controlada por ninguna creencia.