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Paseo por los recuerdos, de Francisco Molina Ávila

Paseo por los recuerdos es una obra sencilla y sin pretensiones, una especie de legado familiar para las generaciones futuras. Sin embargo, a través de sus relatos podemos adentrarnos en la España rural de los años cincuenta, después de la guerra civil, y descubrir una historia que no se escribe en los libros: la de la gente humilde.

El libro está dividido en dos partes:

La primera relata las vivencias del autor, desde su infancia hasta su adolescencia.

En la segunda, conoceremos los avatares de su familia recorriendo diferentes acontecimientos históricos de España.

Título: Paseo por los recuerdos. Salineros del Granadillo

Autor: Francisco Molina Ávila

Editor: autopublicado en Amazon

Lo podéis encontrar aquí.

La pared, de Marlen Haushofer

La pared, de Marlen Haushofer, relata una historia muy simple: una mujer queda atrapada en la montaña por una pared invisible y debe aprender a sobrevivir, junto a una vaca, un perro y una gata. No será fácil, pero el duro trabajo, cultivando la tierra y cuidando de sus animales, y, sobre todo, su amor a la naturaleza la salvarán de caer en la desesperación y el horror.

La pared no es una novela de acción (aparentemente no ocurre nada), todo lo contrario, es monótona y repetitiva, sin embargo, cuando he terminado de leer la última página, me ha embargado la emoción y no puedo dejar de pensar en ella. Nosotros también tenemos nuestra pared, absurda y terrible, que algunos aceptan y otros rechazan.

Kinō wa doko ni mo arimasen, de Tatsuji Miyoshi

Otra de las poesías que atrajo mi atención en la colección de poemas Poketto Shishū III (ポケット詩集III) fue Kinō wa doko ni mo arimasen (El ayer no está en ningún lugar) de Tatsuji Miyoshi.


 El ayer no está en ningún lugar

 Autor: Tatsuji Miyoshi
 Traducción: Matilda O. Salinas
 
 El ayer no está en ningún lugar
 Ni en los cajones de la cómoda de allí
 Ni en los cajones del escritorio de aquí
 El ayer no está en ningún lugar
  
 ¿Es una fotografía de ayer?
 Estás de pie ahí
 Estás riendo ahí
 ¿Es una fotografía de ayer?
  
 No, el ayer no está
 Las campanadas que suenan hoy son del reloj de hoy
 No es el reloj de ayer
 Las campanadas que suenan hoy son del reloj de hoy
  
 El ayer no está en ningún lugar
 La habitación de ayer no está
 Son las cortinas de hoy
 Son las zapatillas de hoy
  
 La tristeza de hoy es algo de hoy
 No es algo de ayer
 El ayer no está en ningún lugar
 La tristeza de hoy es algo de hoy
  
 No, no hay tristeza
 ¿Por qué tal tristeza?
 El ayer no está en ningún lugar
 ¿Qué tiene de triste?
  
 El ayer no está en ningún lugar
 Estabas de pie ahí
 Estabas riendo ahí
 El ayer no está en ningún lugar 
Kinō wa doko ni mo arimasen

Autor: Tatsuji Miyoshi

Kinō wa doko ni mo arimasen
Achira no tansu no hikidashi ni mo
Kochira no tsukue no hikidashi ni mo
Kinō wa doko ni mo arimasen

Sore wa kinō no shashin deshōka
Soko ni anata no tatteiru
Soko ni anata no waratteiru
Sore wa kinō no shashin deshōka

Iie kinō wa arimasen
Kyō wo utsu no wa kyō no tokei
Kyō no tokei wa arimasen
Kyō wo utsu no wa kyō no tokei

Kinō wa doko ni mo arimasen
Kinō no heya wa arimasen
Sore wa kyō no madokake desu
Sore wa kyō no surippa desu

Kyō kanashii no wa kyō no koto
Kinō no koto de wa arimasen
Kinō wa doko ni mo arimasen
Kyō kanashii no wa kyō no koto

Iie kanashiku arimasen
Nan de kanashii mono deshō
Kinō wa doko ni mo arimasen
Nani ga kanashii mono desu ka

Kinō wa doko ni mo arimasen
Soko ni anata no tatteita
Soko ni anata no waratteita
Kinō wa doko ni mo arimasen

Antología completa de Tatsuji Miyoshi. Edición definitiva, 1962.

定本三好達治全詩集1962


El poema, escrito en verso libre, está dividido en siete estrofas. Como una letanía se repite una y otra vez el título de la composición o parte de él, haciendo hincapié en la palabra arimasen (no está, no hay).

El poeta observa la habitación de manera minuciosa y nos hace saber que no existe ningún recuerdo del ayer (no hay nada en los cajones de la cómoda ni del escritorio), y enfrenta ese pasado al hoy del son del reloj, al hoy de la habitación, las cortinas y las zapatillas. Sin embargo, hay un elemento que sirve de nexo entre el ayer y el hoy, una foto de una persona que sonríe. ¿Quién es? ¿Una mujer a la que amó? ¿Un querido amigo? El ayer y el hoy se funden en esa foto del pasado que permanece en su presente y que provoca en el poeta un sentimiento de tristeza que se niega a reconocer.

El autor

Tatsuji Miyoshi 三好達治 (1900-1964) fue un poeta, crítico literario y editor japonés de la era Shōwa.

Nace en Osaka el 23 de agosto de 1900.

Debido a las dificultades económicas que sufre su familia, tiene problemas para finalizar sus estudios.

Se alista en el ejercito imperial japonés en 1915 con el propósito de hacer carrera como soldado, pero lo abandona años más tarde. En 1925, inicia sus estudios de literatura francesa en la universidad de Tokio y traduce obras de Charles Baudelaire y otros autores franceses.

En 1930 se da a conocer con la publicación de su primera antología poética, Sokuryōsen  (La nave de medición).

Muere en Tokio el 5 de abril de 1964.

En su obra se ve reflejada la poesía simbolista francesa, con reminiscencias de la tradición poética japonesa. Su estilo es profundo, complejo y visual.

En 2004, la ciudad de Osaka crea el premio Miyoshi Tatsuji para galardonar la mejor antología poética publicada en el país.

Reconocido a nivel nacional, la poesía de Miyoshi empieza a aparecer en los libros de texto de Japón después de la Segunda Guerra Mundial: sus composiciones, breves y aparentemente sencillas, eran idóneas para la enseñanza escolar. Pese a ello, con el paso del tiempo, Miyoshi ha ido cayendo en el olvido y se ha convertido en un poeta del pasado.

Shingen bukuro y Kinchaku bukuro

Cuando Sakae Tsuboi llegó a la estación de Tokio, su futuro marido, el poeta Shigeji Tsuboi no estaba allí para recibirla. Después de esperar tres horas, cansada y muerta de frío, cogió su bolsa de mano que había colocado a sus pies y se fue hacia casa de su hermano. Esta bolsa de mano tenía un nombre en el capítulo que traduje de la biografía de Sakae Tsuboi: shingen bukuro (信玄袋), es decir, bolsa shingen. ¿Pero qué es una bolsa shingen?

Una bolsa shingen es una bolsa de tela que se anuda con una cuerda corrediza y que tiene una base plana y rectangular. Se puso de moda entre las mujeres a mediados de la era Meiji (1868-1912) para guardar pequeños artículos, y se usaba principalmente para viajar.

La bolsa de la foto recibe el nombre de kinchaku bukuro (巾着袋), o bolsa kinchaku, y sirve de bello accesorio a la hora de vestirse con un kimono o yukata. Hay de muchos estilos y colores, pero la kinchaku bukuro tradicional, básicamente, es una bolsa de tela con un cordón. Y es más pequeña que la bolsa shingen. Sin embargo, como veis, puede tener el mismo diseño que esta última (sin el asa, claro), con una base firme que impide que la bolsa se deforme por la parte de abajo.

Por último, comentaros que (aunque no está muy claro) se cree que la bolsa shingen se llama así por el señor feudal Takeda Shingen, cuyos soldados utilizaban una bolsa similar para llevar lo indispensable en sus desplazamientos.

Enid Blyton

Muchos nos iniciamos en la lectura con los libros de Enid Blyton.

Recuerdo perfectamente la primera vez que leí una de sus obras.

Tenía diez años y guardaba cama.

En el dormitorio no estaba sola. Me hacían compañía mis hermanos, que jugaban a mi alrededor, y mi madre, que planchaba una montaña de ropa. Pero yo estaba aburrida, había leído por enésima vez todos los cuentos que poseía y ya no sabía qué hacer para entretenerme. Finalmente, me fijé en uno de los libros de mi pequeña estantería. Me lo habían regalado dos años antes, cuando todavía era demasiado niña para sentir interés por una obra sin ilustraciones —y bastante voluminosa— que tenía toda la apariencia de ser para gente mayor. Pero en ese momento captó mi antención. ¿Qué historias guardaría en su interior?

—Tráeme ese libro —le pedí a mi hermana pequeña.

—¿Cuál? ¿Este?

—No, ese no. El que está al lado de Heidi.

Ni siquiera sabía cómo se llamaba. Cuando lo tuve en mis manos leí el título: Misterio en Tantan. En la cubierta se veía a unos niños en la playa que escuchaban atentamente a uno de ellos. Eso me inspiró confianza, sin embargo, al abrir el libro me acobardé un poco: un mar infinito de letras cubría cada página, una detrás de otra…

Y así fue como una tarde, rodeada del calor de mi familia, emprendí un camino lleno de aventuras y misterios, sin moverme de la cama, sin saltar ni correr, tan solo con la ayuda de mi imaginación, y la de la autora, claro.

Ni que decir tiene que me convertí en una fanática de Enid Blyton y que devoré cuanto libro pude encontrar de ella.

Pero recientemente, después de tantos años, descubro, asombrada, que la obra de esta autora ha sido retraducida. ¿Por qué?, os estaréis preguntando —yo también me hice la misma pregunta—. Por una razón muy sencilla: los tiempos han cambiado, ¡y mucho! En la traducción original había términos y expresiones que habían caído en desuso, y se prefirió sustituirlos por otros más actuales, como, por ejemplo, piscolabis —una palabra que me encantaba pero que incluso a mí, en su momento, ya me resultaba extraña— que ahora se traduce por almuerzo ligero. Además, nuestra escala de valores es notablemente diferente. En la actualidad son totalmente inaceptables las ideas sexistas, los comentarios despectivos hacia personas que antes eran consideradas de clase inferior y palabras que hagan referencia a actos violentos. Y la obra de Enid Blyton está repleta de todo esto. La editorial Juventud, que deseaba volver a editar todos sus libros, tuvo que revisar toda su colección y omitir y alterar lo que ya no era políticamente correcto.

Pero este modo de proceder crea controversia. ¿Es lícito alterar la obra original de un autor?

En principio, yo diría que no. Pero hablamos de literatura infantil y juvenil, de un grupo de lectores que aún está formándose moral e intelectualmente, y entonces la cosa ya no está tan clara.

Los libros para niños han ido evolucionando con el paso del tiempo. Todos conocemos los cuentos de los hermanos Grimm. En la primera edición del cuento de Blancanieves (1812), la reina celosa que intentaba matar a la bella princesa no era su madrasta, sino su propia madre. Terrible, ¿verdad? No os preocupéis, muy pocos niños leyeron esa versión, pues los mismos autores la modificaron enseguida ante la protesta de la sociedad. Y así, con el correr de los años, —de los siglos—, estos cuentos tradicionales se fueron volviendo menos violentos y más dulces, hasta nuestro presente, donde los padres ven con desagrado las historias sobre ogros que devoran niños, o sobre princesas que se suicidan o son asesinadas.

Y Enid Blyton ha corrido la misma suerte. Sus prejuicios sociales y su educación clasista provocan rechazo en la sociedad actual. No importa que la escritora fuera hija de su tiempo. Lo que importa es la influencia negativa que sus escritos pudieran ejercer sobre los jóvenes lectores de nuestra época. Así que partir de ahora la obra de Enid Blyton tendrá dos versiones: la original y la censurada. La mala y la buena.

Aquel primer libro de Enid Blyton que leí en mi niñez, y que tanto me gustó, un día se lo presté a una amiga y ya nunca más lo volví a ver. Pero aún recuerdo ese momento, después de leer un buen rato, cuando levanté los ojos del libro y miré con extrañeza a mi alrededor. Todo parecía igual, mis hermanos seguían jugando, mi madre iba de un lado a otro…, pero yo ya no era la misma. Había estado en otro lugar y con otras personas. Me sentía aturdida y muy emocionada, pero sobre todo, inmensamente feliz.

La biblioteca en llamas, de Susan Orlean

La biblioteca en llamas, de Susan Orlean

La Biblioteca Pública de Los Ángeles sufre un gran incendio en 1986, pero los periódicos apenas se hacen eco de la noticia porque ese día toda la atención se vuelca en el accidente nuclear de Chernóbil, en la Unión Soviética. ¿Por qué ardió la biblioteca? ¿El incendio fue accidental o intencionado? se pregunta la autora, cuestiones estas que la llevarán a iniciar una investigación sobre lo ocurrido. Pero este libro no trata solo de eso. A través de sus páginas podremos conocer la evolución de las bibliotecas a lo largo de la historia, su papel en la sociedad y, lo más importante, sus primeros pasos encaminados hacia el futuro.

El estilo narrativo de la obra es el característico del periodismo estadounidense, es decir, la autora presenta unos hechos reales de manera novelada para acercar la historia al lector, y describe a las personas que entrevista con algún rasgo físico o alguna faceta de su personalidad (aunque si no siente mucha simpatía por algún entrevistado prefiere transcribir sus propias palabras para que sean estas las que lo definan). Además le encanta dar una gran cantidad de números y cifras para constatar la importancia de lo que relata, y suele impregnar sus palabras de tintes dramáticos.

El enfoque subjetivo de la autora también se ve reflejado en el capítulo que dedica a los libros que se quemaron en diferentes épocas de la historia por razones ideológicas. Por ejemplo, destina varias páginas a la quema de libros realizada por los nazis, haciendo hincapié en el hecho de que casi todas las obras pertenecían a autores judíos, pero luego pasa de puntillas por la destrucción de libros en su propio país, y olvida mencionar la ley Comstock (1873), que prohibía enviar por correo escritos y artículos “inmorales”, permitiendo, de esta manera, la destrucción de toneladas de libros que no pasaban la censura. El autor alemán Werner Full en su obra Breve historia de los libros prohibidos (2012) escribe sobre este episodio de la historia de Estados Unidos:

«Fue así como se llegó a una situación absurda: la quema de libros de los nacionalsocialistas provocaban repugnancia y horror en Estados Unidos, mientras el correo de ese país quemaba con todas las de la ley y sin protestas, aunque por otros motivos, los mismos libros de Hemingway y John Dos Pasos que ardieron en Alemania».

Asimismo, la señora Orlean parece olvidarse del senador McCarthy, que en los años cincuenta del pasado siglo ordenó quemar todos los libros procomunistas que había en las bibliotecas de las Casas de América, en Europa. Uno de esos libros fue La montaña mágica de Thomas Mann, que ya quemaron los nazis.

No, Susan Orlean no recuerda nada de esto (o será que no ha investigado lo suficiente). Solo nos cuenta la historia de una tal Mabel Riddle que en los años cuarenta impulsó la quema de cómics que tenían que ver con el sexo, con la ayuda de unas monjas ávidas por prender las primeras cerillas…

Título: La biblioteca en llamas (2018)

Autor: Susan Orlean

Editorial: Planeta

“Yūzutsu wo mite”, de Haruo Satō

“Yūzutsu wo mite”, de Haruo Satō

Yūzutsu 夕づつ es una palabra formada por la combinación de dos kanjis: 夕 (yū, la tarde) y 星 (hoshi, estrella). Es el planeta Venus que se ve en el cielo del oeste, al atardecer (西の空に見える金星). Y aunque todos sabemos que Venus es un planeta, tradicionalmente se le ha considerado una estrella, la estrella vespertina.

Cuando leí este poema por primera vez, me gustó la sonoridad y sencillez de sus palabras que evocaban un atardecer íntimo y sereno, dirigidas a una dama desconocida.

El poeta y novelista Haruo Satō 佐藤春夫 (1892) estaba casado con la actriz Kayoko Maiya, pero se enamoró de Chiyoko, mujer del escritor Junichiro Tanizaki. Aunque su esposo parecía no amarla (tenía relaciones con la hermana de su mujer) se opuso al divorcio. Finalmente, se casaron en 1930.

¿Es posible que las palabras de este poema fuera dedicadas a Chiyoko Tanizaki, un amor tan inalcanzable y brillante como la estrella vespertina?

En el siguiente vídeo podéis escucharme recitando este poema (que yo misma he traducido) en japonés y español. Espero que os guste.

El obispo leproso, de Gabriel Miró

El obispo leproso, de Gabriel Miró

La acción de El obispo leproso (1926) tiene lugar en Oleza, trasunto de Orihuela (Alicante), en el último cuarto del siglo XIX, período que comprende el reinado de Alfonso XII y la regencia de María Cristina.

Es Oleza una pequeña ciudad provinciana repleta de conventos e iglesias, comandada por dos fuerzas que se enfrentan: el colegio de jesuitas y el palacio episcopal.

Aunque la Restauración trae consigo nuevos aires a España, la sociedad olecense vive dominada por una religión carente de espiritualidad que alienta un fanatismo exacerbado hacia la veneración de los santos y los actos de culto (novenas, procesiones, etc.), que ahoga y reprime cualquier atisbo de sexualidad, incluso en el matrimonio. Los tradicionalistas, un grupo que se opone a cualquier proyecto renovador de la ciudad, como la construcción del ferrocarril, son los guardianes de esta religiosidad convencional, siempre al servicio de los eclesiásticos más intolerantes.

El estilo narrativo de Gabriel Miró no es fácil, requiere esfuerzo y concentración. El autor hace uso de un léxico muy exhaustivo y rico que pone nombre a actos y objetos desconocidos para la mayoría de la gente. En la edición de Manuel Ruiz-Funes hay un glosario al final del libro, pero consultarlo frecuentemente suponía interrumpir la lectura, y acabé por ignorarlo. Soy consciente de que esta obra necesita ser leída de una manera más pausada y concienzuda.

El obispo leproso es la continuación de otra novela: Nuestro Padre San Daniel. Su lectura no es obligatoria, pero ayuda a comprender la situación de los personajes y sus circunstancias personales, y, sobre todo, evita sentirse perdido (como me ocurrió a mí) en los primeros capítulos de la novela.

Azorín y otros escritores propusieron a Gabriel Miró como académico de la Real Academia, pero se dice que la publicación de El obispo leproso, de naturaleza anticlerical, le cerró las puertas.

En 1990, se emitió en Televisión Española una serie de seis capítulos basada en El obispo leproso. La podéis ver en Youtube.

Título: El obispo leproso

Autor: Gabriel Miró

Editorial: Cátedra

La mujer en la ventana, de A.J. Finn

Dicen que para gustos los colores. Este libro no me ha gustado.

Pensé que iba a leer una interesante obra de misterio y ha resultado ser una gran decepción.

Esta novela es el guion de un película que has visto muchas veces en televisión o en el cine, ya sabes, esa película en la que la protagonista ve algo horrible, pero la policía ni sus amigos la creen; esa película en la que luego el malo (o mala) acaba despatarrado en el suelo, bastante muerto, cerca de la protagonista, pero, ¡ahora sí!, la policía solo con echar un vistazo sabe que ella es la buena sin lugar a dudas; en fin, esa película que concluye con un día luminoso porque ya no llueve, ni es de noche, ni hace mal tiempo y ya no da miedo… Seguro que te suena, ¿verdad?

En mayo estrenan la película, por si quieres verla otra vez…

Título: La mujer en la ventana

Autor: A.J. Finn

Editorial: Grijalbo

La voluntad, de José Martínez Ruiz “Azorín”

En mi época escolar aprendí que Azorín fue el autor que puso nombre a una generación de escritores, la del 98, a la que él también perteneció. Leímos a Unamuno, a Baroja, a Valle Inclán, a Machado… pero no a Azorín. Con el paso del tiempo, sentí que tenía una deuda con este escritor y me puse manos a la obra, a “su obra”.

La voluntad (1902) es una novela que no fue muy bien recibida por la crítica de la época. Algunos ridiculizaron su innovadora forma de narrar: ¿una novela sin trama argumental, sin fabulación, donde no ocurre absolutamente nada?

Así es. En esta obra hay un personaje principal, Antonio Azorín, pero su historia es simple: Azorín reside en Yecla, después trabaja como periodista en Madrid, y luego vuelve a su pueblo y se casa. No hay mucho más. Porque esta es una novela de ideas. Ideas que han transcendido en el tiempo y que siguen siendo actuales.

El autor nos habla de un pueblo, Yecla. Un pueblo que acomete grandes proyectos con energía para luego abandonarlos; un pueblo que se enriquece gracias a una coyuntura económica, y después se hunde en la miseria porque no hace planes de futuro; un pueblo que se queda sin voluntad y se sumerge en la abulia y el hastío, para dejarse dominar por otros… Me pregunto: ¿no está hablando de España?

Por último, quería resaltar una idea que me ha parecido muy interesante. Azorín lamenta el rumbo que estaba tomando el periodismo de su época, cada vez menos especializado, y dice así: «Dentro de treinta años todos seremos periodistas, es decir, nadie sabrá nada de nada. Nos limitaremos a sospechar las cosas, lo cual tiene la ventaja de que ahorra tiempo y no entristece el espíritu con la melancolía de las lecturas largas». Si Azorín levantara la cabeza, ¿qué pensaría de nuestras redes sociales?

Título: La voluntad

Autor: José Martínez Ruiz “Azorín”

Editorial: Cátedra

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